Su evolución generalmente es muy lenta, pudiendo permanecer largo tiempo contaminando la uña sin que el paciente se de realmente cuenta de ello.
En otras ocasiones la evolución es más rápida, y el paciente refiere que en unas semanas las uñas, generalmente las de los primeros dedos, han cambiado de color a una tonalidad amarillenta, generalmente por la parte distal, aparición debajo de una materia orgánica con aspecto de serrín blanco, despegamiento de la uña. En la mayoría de los casos, no produce ningún
síntoma referente a dolor, picor etc.
Si observamos alguno de estos sígnos, debemos acudir al podólogo para un adecuado diagnóstico tratamiento.
El diagnóstico es fundamentalmente clínico, mediante la exploración directa de la uña, que aparece con una tonalidad amarillenta, o bien va alterando su forma – distrofia – hasta, en los casos más evolucionados, presentar un aspecto totalmente engrosado y deforme. Puede confirmarse con estudio microbiológico, mediante la visualización directa de las esporas previa
queratolisis con hidróxico potásico, o cultivo.
TRATAMIENTO
Previamente al inicio de cualquier tratamiento tópico es preciso un fresado exhaustivo de la uña. Sin este fresado (limado especial) de las uñas enfermas, los tratamientos, están abocados al fracaso y son ineficaces, pues el fármaco tópico que se utilice no puede llegar a la queratina y el epitelio subungueal infectado. Este fresado profundo de las láminas debe repetirse periódicamente durante el tratamiento, para asegurar la permeabilidad de la lámina.
En algunos casos de infección con afectación proximal de la uña o gran deformidad de la misma, procede el tratamiento local combinado con tratamiento oral, mediante antifúngicos específicos.
Son tratamientos bastante prolongados en el tiempo, por la lentitud con que las uñas de los pies tardan en crecer, pudiendo llegar a más de un año.